Vistas Carreadoras

domingo, 8 de noviembre de 2015

Tres veces Locura



“¿Qué fue eso? ¿Qué es eso?” “Izquierda. No. Derecha. No. SÍ”

Es una cucaracha”  Suspiró de alivio

¿Lo es? Espera espera, ya vaaaa…”

“No no no no no, no se arrastra”

“Pero, si es la cucaracha… a ella le gusta arrancarte la piel. En cambio…a la rata le gusta quitarte dedos enteros”

El hombre se quedó inmóvil con la respiración entrecortada contra el suelo.  
Pasaron cinco, diez, quince minutos, tal vez incluso un día entero, pero era imposible para aquel hombre saberlo. Una oscuridad profunda lo envolvía, lo único que podía sentir era la tierra contra su piel, el olor a orina y heces secas en sus partes intimas era tan fuerte que podía matar a un animal, sin embargo, el hombre era incapaz de oler. Así como tampoco estaba seguro de si tenía los ojos abiertos, porque de igual forma no podía ver nada. Tenía lo poco que le quedaba de pies, encadenados al suelo, había intentado arrancar aquel metal que lo sostenía a la tierra, pero solo había logrado humedecerla con la sangre de sus dedos rotos.
En ese momento solo se mantenía quieto, casi ni respiraba intentando encontrar algún sonido, era una costumbre vana.

"¿Qué fue eso?" "¿Qué es?" "¿Qué eeeees?"

"Escucha. shhh. Escucha, escucha."

"¿Sí?"

"Esas son patas, pequeñas malditas patas"

Aquello lo desesperó mucho, e intentó mover sus débiles carnes flacas, haciendo sonar los grilletes de sus cortos pies, magullandose de nuevo los tobillos. Comenzó a mover la cabeza de un lado a otro, gimiendo mientras jirones de cabello se desligaban de su cabeza y caían a su alrededor.

"¿Dónde están las patas? ¿Dónde? ¿DÓNDE?"

Eran las palabras que resonaban en ese oscuridad sin ser pronunciadas, palabras que se sofocaban en aquel hedor. El hombre se giró a la izquierda como pudo y comenzó aquel extraño ritual que hacía a cada que entraba en pánico, casi como si intentara recuperar algo de cordura.

"Uno. Dos. Tres" contó golpeándose la cabeza contra el suelo, se volvió hacia su lado derecho y repitió el procedimiento. (las tres voces al unísono, como un eco profundo e interminable)

"Uno. Dos. Tres"
"Uno. Dos. Tres"
"Uno. Dos. Tres"

Así continuó durante un rato, golpeando cada parte de su cuerpo, cada tanto volvía a pensar en aquellas patas que se le acercaban, y tenía que comenzar el procedimiento de nuevo, y lo hizo hasta que de su cabeza manó sangre, y su codos estuvieron en carne viva. Se detuvo durante un tiempo incapaz de saber cuanto.

                                                                      ***


Creyó que despertaba de nuevo, pero la verdad era que sus ojos se habían mantenido abiertos todo el rato que estuvo inconsciente. Movió la cabeza de un lado al otro en el fango hecho con su propia sangre, llenando sus cabellos y su cuello de este.


"Quiero que vengan"

El hombre ahogó un grito.

"¿Por qué querrías eso?" El hombre comenzó a revolverse, inquieto en el suelo de tierra.

"Basta"

"Quiero que vengan, quiero ver como  te quitan cada pedazo de piel a jirones" "Uno..."

"...A uno" 

"¿P-p-por qué hacen esto?. Están llamándolos, ¿No es así?"

"No"

"Sí"

Ambas voces chocaron al hablar como dos rocas, haciendo eco mientras continuaban con su diatriba.

"El dolor que te recorre cuando sufres, cuando tu piel se convierte en nada contra este suelo es...gratificante"

"El dolor que te recorre cuando sufres, cuando tus dedos se convierten en huesos contra tus cadenas es...gratificante"

El hombre abrió la boca para dejar salir un grito de desesperación, pero había olvidado como hacerlo, había olvidado incluso, lo que era estar en calma. Las dos voces continuaban hablando cuando el sonido de un chirrido las calló.

"¿Qué fue eso? ¿Qué eeees?" El hombre abrió desmesuradamente los ojos, buscando, vanamente, algo en la oscuridad. " Izquierda. Derecha. NO. Abajo abajo abajo aba..."

"Síííí"

Una risa profunda inundó el lugar.

"Has venido"

Unas manos frías y duras como el hierro agarraron los tobillos huesudos del saco de carne pestilente que era aquel hombre, unas uñas punzantes se clavaron en su piel, desgarrandola. Las manos lo arrastraron por el suelo, raspando sus, ya en carne viva, codos y tobillos, el olor metálico de su sangre lo perseguía, introduciendose en su nariz, hasta lo más profundo de su ser. Las cadenas repiquetearon y fue allí cuando el arrastre se detuvo, el hombre respiraba con dificultad y la oscuridad daba vueltas a su alrededor.

"Mantente despierto"

"No dejes de contar"

"Uno" Obedeció el primero

"Dos"  Susurró gentilmente el segundo

"Tres" Rió el tercero.


                                                                          ***


"Despierta. Despierta. Despierta. Despierta"

"Despierta. Despierta. Despierta. Grita ya"

"Grita pronto"

"Sufre pronto"

"Sufre ya"

El hombre abrió los ojos a su vieja amiga, y a pesar de encontrarse acostado en una superficie dura como la piedra, no alcanzó a ver nada, sintió el ya familiar peso de los grilletes en las manos, pero los pies estaban atados juntos por algo ligero, pero que quemaba sus magulladuras. Una rauda brisa cruzó sus pies, mientras un metal frío era apoyado contra su dedo meñique. Era afilado y cortó su débil piel limpiamente.

"Uno. Dos. Tres" Comenzó, pero el dolor pudo más y de su boca comenzaron a salir alaridos sin sentido alguno. El hombre escuchaba dos risas, aunque si intentaba separarlas no eran nada. A pesar de sus incontrolables gritos, el hombre podía escuchar como el cuchillo cortaba y como los jirones ya no eran tan pequeños.

"Escucha. Shhhhh. Escucha, es tu sangre cantando para nosotros. Disfrútala cantar"

"Escucha. Shhhhh. Escucha, son tus gritos la poesía para nosotros. Disfrútalos rugir"

"Y es tu agonía, la vida que nos mantiene en tu eterna tortura"


El corazón del hombre latía rápidamente mientras el cuchillo avanzaba lentamente por su pierna, llegando a la altura de la rodilla, ya no estaba seguro de si continuaba gritando. Algo caliente se derramaba de sus mejillas y por un momento juró que era más sangre, hasta que el liquido cayó en su boca y lo probó; eran lágrimas, saladas y con un ligero sabor a tierra y mugre. El cuchillo seguía avanzando, y mientras tanto las voces continuaban cantando su dulce melodía de muerte, una y otra vez.

"Si muero me seguirán ¿No es así?"

"Aunque no nos veas"

"Aunque nos nos sientas"

"Aunque no nos oigas"

El cuchillo ya había llegado a su cintura, levantando piel tras piel, arrojándola al suelo como papel. El hombre se percató de que tenía los ojos cerrados y los abrió. Por un momento creyó que ya había muerto, pero no era posible ya que sus brazos estaban cubiertos de sangre y su garganta estaba seca de tanto gritar, sus piernas seguían inertes y consumidas por el ácido en el paño que unía sus pies.

"Si dejas de contar, todo termina"

"Si comienzas a contar, permanecemos"

El hombre alzó el rostro y captó una luz, un mísero punto en toda la oscuridad, casi tan pequeño como un átomo, pero allí estaba, intentó mantener los ojos abiertos, a pesar de que el cuchillo se ya estaba sobre su pecho. Sufría espasmos lo que hacía que el filo cortara de forma más irregular aún. El hombre mantuvo los ojos fijos en aquel punto de luz, el único que recordaba en todo este tiempo, había olvidado todo, incluso en la forma en que se veía antes de aquel cuchillo. Todo. Quería contar, pero ya no podía.

"Cuello" canturreo uno.

"Uhmm. Mentón" Saboreo otro.

"Mejilla" Rieron ambos.

La luz se hacía cada vez más grande, sin embargo no permitía distinguir nada alrededor del hombre, el cuchillo cortaba su sien, haciendo que probara su sangre. Deseó contar, pero no salía nada

"No deseo morir"

"Pero se acerca"

"Y te seguiremos" 

 El cuchillo se detuvo, y por un momento el hombre dejó escapar un suspiro, a pesar de que todo su cuerpo parecía estar en llamas y sus ojos se encontraban abnegados de lágrimas y sangre. Por ilógico que pareciera se alegraba de que hubiese parado, realmente no deseaba morir, deseaba permanecer, aunque la tortura fuese su única vida.
De pronto se escuchó un ruido metálico, de algo pesado. Aquello volvió a alarmarlo.

"¿Que es eso? ¿Qué eees? No no no no" suplicó uno "Uno. Dos..." Comenzó a contar, pero ya era tarde.

"Corazón" suspiraron los otros